Más de 190 millones de espectadores vibraron con el show del medio tiempo de Rihanna en el Super Bowl, potente y poderosa, fue un diamante rojo brillando en el cielo mientras los Kansas City Chiefs se medían contra Philadelphia Eagles.
La última vez que se subió a un escenario fue en el 2016 y luego se dedicó full time a su marca de cosméticos y lencería, Fenty Beauty que la catapultó como una de las mujeres más ricas del mundo para beneficio de ella y para tristeza de sus fans, que rogaban que la cantante de Diamonds largue un nuevo disco, o al menos un sencillito, un algo, LO-QUE-SEA.
Sin embargo, cuando anunció que sería la protagonista de uno de los shows más vistos del mundo sus devotos pusieron el grito en el cielo porque este regreso iba a ser CON TODO. Y no decepcionó. Bueno, a algunos si.
En palabras de Rosalía, su performance fue CON ALTURA, simbólica y literalmente. La diosa de Barbados apareció flotando sobre una plataforma de vinilo suspendida en el aire con un look monocromático en rojo y en gloriosos 14 minutos la estrella repasó todos los grandes hits de su repertorio.
Pero la verdadera revelación ocurrió cuando anunció que esperaba a alguien y se refería a su segundo bebé (fue mamá hace nueve meses) y todo el estadio se puso eufórico con la noticia y obviamente las redes explotaron con esta revelación.
Evidentemente Rihanna no pudo moverse demasiado, como lo hicieron en performances anteriores artistas como Lady Gaga o Jennifer Lopez. Esto fue criticado en las redes por miles de personas que alegaron que su show fue “aburrido”.
Sin embargo, aunque sus movimientos no fueron una bomba explosiva, su actuación vocal fue 10/10, y estuvo acompañada de un ejército de bailarines que lo dieron todo y más en una coreografía impactante.
El dato: la mayoría de bailarines eran eran afroamericanos y sus looks unisex, lo cual es todo un statment político y no es casual.
Otra perlita: el evidente choque cultural entre los fans de este deporte y los devotos de esta reina indiscutida. Cara Delevigne, siempre ácida con su humor, fue con una camiseta que decía: "Concierto de Rihanna interrumpido por un partido de fútbol. Raro pero da igual".
Sin embargo, quien también lo dio todo fue la intérprete de lenguaje de señas, que tradujo las letras de sus hitazos con movimientos que nos hicieron pensar que ella también tendría que haber sido parte del staff de bailarines.